domingo, 14 de noviembre de 2010

BEETHOVEN Y GRECIA


En cierta ocasión fue Beethoven a visitar a uno de sus editores y no lo encontró en casa. Se sentó a esperarlo en el jardín entre varios mendigos (era un día de limosna). La esposa del ausente, debido al aspecto desastrado del compositor, lo confundió con uno de ellos y le sirvió un plato de sopa. A Beethoven le hizo gracia y no se le ocurrió otra cosa que seguir la comedia para horror del pobre editor que había tratado en su casa como a un indigente al compositor más genial del siglo. Por supuesto, no captó la ironía de Beethoven. ¿Qué diferencia había entre eso y servir a los compositores apenas las migajas de las ganancias de las ediciones de sus obras, como era común entre todos los editores de esa época?

En otra ocasión, Beethoven desapareció unos días de las calles de la muy musical Viena (ciudad que ha ensalzado a sus compositores en muerte tras haberlos hundido en vida)... hasta que se le encontró en la cárcel, donde había sido encerrado por borracho y armabroncas. Al fin y al cabo, su afición favorita era insultar a sus odiados y superficiales conciudadanos... tras una generosa ingesta de alcohol, claro.

Se podrían contar otras muchas anécdotas de este auténtico Diógenes de la ciudad imperial, idealista y romántico, sí, pero también ejemplo claro del inadaptado, μέτοικος y ἀλήτης, siempre en busca del hombre que pudiera ver más allá de la superficie y atisbar su genialidad, de la que él era tan consciente... pero la idea era traer a cuento algunas de los características de su personalidad que pudieran explicar su gran pasión por el mundo griego, no de su aspecto apolíneo y clásico, sino -no podía ser de otra manera- del lado dionisíaco, visceral, vitalista y -algo que abundaba en su convulso siglo pero que nosotros, burguesitos y burguesitas de pro, tenemos casi olvidado- revolucionario.

Así, en su ballet Die Geschöpfe des Prometheus op.43 (Las criaturas de Prometeo) nos describe el momento mágico de la creación de los seres vivos, que culmina con la del hombre. La música, como toda la de Betthoven, es grandiosa, misteriosa (o si se prefiere, iniciática), abrupta y, desde luego, nada galante ni convencional.



Uno de los proyectos más queridos del compositor durante toda su vida, fue la composición de un balet sobre la figura de Odiseo (otro ἀλήτης como él), que por desgracia nunca pudo llevar a cabo. Se comenta que mucho del material musical que tenía preparado lo utilizó en su séptima sinfonía, op. 92. De hecho, muchas veces se la denomina la sinfonía griega de Beethoven. En concreto el último movimiento (allegro con brio) refleja de manera frenética los éxtasis orgiásticos de las Bacantes. Wagner estaba absolutamente obsesionado con él y llegó a denominarlo “apoteosis de la danza”. Dejarse inundar por esta música en la oscuridad y comunidad de la sala de conciertos (como exigen todos los verdaderos ritos) es una experiencia simplemente única... un crescendo de tensión con el que podemos sentir la pasión por la vida de los griegos de esa manera que sólo pueden hacernosla sentir la música y los locos geniales que nacen tocados por la luz suprema, como Beethoven.

χαίρετε!





2 comentarios:

Ramon Torné Teixidó dijo...

Mi querido amigo: no sabía que Die Geschöpfe des Prom. estaba en You tube. Me hizo compañía largo tiempo, la tenía casi olvidada. Fue uno de los acitates para ponerme manos a la obra en la traducción del Prometeo para ed. La Magrana. Muchas gracias por este post pero Beethoven mantenía sus extravagancias no por querer emular a los cínicos.

Sito Yelás dijo...

Hola Ramon,

Sólo he encontrado la obertura, el ballet completo dura una hora, más o menos.

Y sí, Beethoven se comportaba así basicamente por ser alguien con graves problemas de adaptación social (era una época más intransigente que la nuestra en algunas cosas), no por afán filosófico... aunque a mi me gusta imaginarmelo como alguien que sacudía -sin darse cuenta- consciencias, como un Diógenes germano... ἀέκων :)

gracias por el comentario, γεια!